martes, 9 de septiembre de 2014

Como en un sueño…


 Está atada a una cama, adormecida por el dolor que le infringen esos hombres encapuchados; uno tiene una cámara con la que filma en detalle todo lo que está pasando, cómo gozando el momento, sin importar la sangre que hay de por medio.
 
El que está dirigiendo al grupo le habla, pero ella ya no entiende nada, un dolor indescriptible recorre su cuerpo, no puede moverse, grita de nuevo. Pero ya no emite sonido, ya está afónica de tanto gritar...
 
Han pasado ya dos horas desde que la empezaron a torturar, nunca se imaginó en llegar a estar en esa situación. Todo empezó hace algunos meses, cuando conoció al hombre que la llevó a estar ahí. Era una joven que como muchas, no tomó precauciones, se confió de una bella sonrisa y ahora estaba ahí, incomunicada, rodeada de esos hombres con los rostros cubiertos, que hablaban entre ellos, sin entenderles lo que decían, estando a su merced. Tienen una mesa llena de fierros, todos distintos, como si fuera un tétrico buffet de distintos medios para torturar, para hacerle sacar a cualquier mortal, lo que le tuvieran que sacar.
 
El líder nuevamente se concentra en ella, logrando que sienta un dolor tan intenso, que recorre todo su cuerpo; de nuevo gritando, de nuevo gritos apagados de una voz que tiene un rato que la perdió...
 
De pronto la calma, todos quedan en silencio. Ella ya no tiene la capacidad de responder, ya no siente nada, se estaba desvaneciendo cuando se escucha un ruido fuerte, como de una cachetada... Y el lugar se inunda con un nuevo grito, un llorar lleno de sentimiento, pero no es un llanto suyo.
 
Voltea a ver, con la poca fuerza que le queda, al jefe de ese clan, que con una mano sostiene colgando, lo que parece ser una parte de un cuerpo. Cierra los ojos, completamente vencida por el dolor y el cansancio, pero la sacuden para que despierte. Ahora otro hombre se acerca a ella, es el que se la ha pasado filmando todo con una cámara, ahora está sólo enfocándole el rostro...
 
Ella todo lo ve cómo en un sueño, cómo en un mal viaje de alguna droga alucinógena. Ve la cámara cada vez más cerca, hasta quedar a solo unos centímetros de distancia, dejándola deslumbrada con la luz que emite, ella intenta taparse los ojos pero no puede; en un instante la cámara desaparece, para aparecer en su lugar otro de los encapuchados, a centímetros de su cara, quien de un solo movimiento se descubre el rostro.
 
¡Es él!, el maldito que la ha llevado hasta ese lugar, el desgraciado que la ha puesto en esa situación, el mal nacido que no se supo cuidar y que ahora, con una gran sonrisa, solo le dice... - ¡Felicidades mi amor! Es una niña.





 

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