Va por la calle, con un andar muy particular, pies con catapultas en los
talones obliga a cada paso un rebote, el caminar con los dedos es lo que se
impone...
Flaco y espigado, en cada paso balanceando brazos en cadencias perfecta con
su cabeza, como siguiendo una tonada, como con un ritmo marcada.
Es fascinante ver andar al flaco cuerpo intentando adivinar que tonada
marca ese andar, un paso tras otro, con el leve salto sin faltar, brazos
balanceándose, como queriendo impulsarse del aire y la cabeza de un lado a otro,
como diciendo que no, como diciendo que si, ambos movimientos combinados,
empieza de un lado levemente abajo, va al otro levemente subiendo y llega a su
destino levemente bajando... y así de regreso.
Sus brazos, siempre contrarios al movimiento de la cabeza, si esta inicia
del lado izquierdo el brazo derecho es el que va adelante, con una precisión
perfecta, va con las manos relajas pero paralelas al cuerpo, como si fueran alas
para impulsarse del aire, como un nado sincronizado en el viento...
Y la espalda, el eje central de esta armonía musical, como un resorte sigue
celoso el movimiento de ese instrumento armonioso, encorvándose levemente,
rítmicamente con el vaivén de la cabeza, ladeándose lo necesario, al ritmo que
las extremidades con alas van marcando...
Es imposible dejar de imaginar el metrónomo que marca el compas del
improvisado director musical, puedes escuchar el toc, toc, toc y sin falta ese
instrumento afinado, puntual, exacto, cada uno de los tiempos va a
respetar.
No hay misterios que definir, sin finales que detallar, esto es simplemente
la forma de caminar... de un amigo muy singular.
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