martes, 13 de febrero de 2018

Tu gran amor juvenil

Ya te esperaba, si bien llegaste cuando menos lo pensaba, yo ya te esperaba. Vamos por la calle, sumidos en la intolerancia de la gente que nos ve pasar, tomados de las manos, como si nuestras manos fueran los barandales que nos permite equilibrarnos en estos caminos tan espinosos, de un piso tan plano, como la mente de la gente que por ahí transita.

Personas que no aceptan, no permiten, la diferencia entre parejas ¿Que importa lo que diga la gente, si la gente nunca estaba cuando solo por la vida andaba? Ahora todos se preocupan por mi, por quien ahora me acompaña. No aceptan que las diferencias son los que nos hace completos. Que gracias a que somos distintos podemos ser tan iguales, mientras nuestros iguales nos ven tan distintos.

Contigo rio lo que tanto tiempo deje guardado, saliendo las carcajadas como oleadas, en marejadas de sentimientos guardados por no tener un rio donde desaguarlos. Encerrados por no tener un motivo para sacarlos y ahora te tengo a ti, en un país donde la intolerancia va de la mano con la hipocresía, de la misma forma como tú y yo vamos caminando todos los días.

Siempre se escucha sobre la igualdad de las gentes, de los colores, de las religiones. Donde muchos buscan foros para gritar que no importa lo que creas, ni quien tu seas, de donde vengas o como vengas. Que lo que importa es el interior de las personas, que el exterior es solo una cubierta que tiene vigencia, mientras el interior es algo que por siempre dura.

Todo se perdona, si los colores cuando se mezclan esta bien, si las religiones cuando se juntan esta bien, si las diferentes nacionalidades se entien es perfecto, si son del mismo sexo no importa... ¿Cual es entonces nuestro pecado, que la gente tanto nos observa? ¿No comprende que somos felices por tan solo estar juntos? 

No importa el poco tiempo que nos quede. Estoy consciente que el mismo destino que te cruzo en mi camino, el mismo destino me va a obligar a olvidarte, en algún momento, en nuestro próximo futuro. Cuando estos treinta años que tenemos de diferencia, cobren su factura. Cuando nuestras edades te obliguen, siendo una bella mujer madura, a ver como se olvida de ti tu gran amor juvenil... Viéndolo separarse de ti, obligado por la demencia senil.




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