Es la fiesta de fin de año de esa oficina corporativa, todos los empleados
acordaron entrar a un intercambio de regalos, todos de acuerdo, todos de un
rango alto de ingresos.
Es una empresa que comercializa productos de exportación, la que mejores
sueldos da, un lugar donde a muchos les gustaría trabajar, las prestaciones de
lo mejor, siempre se tiene la oportunidad de mejorar, de progresar, siempre que
se esté dispuesto a por eso pagar...
El organigrama de la empresa centra el poder en el Jefe de Personal y en el
Contador General, tienen más poder que el mismo Gerente General quien solo
administra a la empresa, los puestos nuevos, ingresos, aumentos, viáticos,
prestaciones son manejados por esos dos personajes, poderes que nunca deben
recibir quienes abusan de ellos, quienes trafican con ellos.
El intercambio consiste en comprar un regalo para darlo a un compañero y
recibir uno de él, entre ellos mismos, no se les informa el nombre de la persona
con quien se va a intercambiar, solo se aclara si es hombre o mujer, esto para
dar más emoción, hecho con esa intención.
No se tiene marcado un rango de costo para el obsequio, la entrega se hace
en la fiesta de fin de año, frente de todos, todos ejecutivos por lo que hay que
quedar bien, demostrar que el dinero no es un problema en esa prestigiada
empresa.
El encargado de realizar el sorteo para el cambio de regalos es un antiguo
empleado del departamento de personal, tiene más de treinta años trabajando en
esa área, por lo que es de la total confianza del Jefe de Personal quien nunca
revisa el resultado, no le interesa como quedan organizados los destinos de los
regalos.
Como siempre pasa en todas las grandes compañías ahí también existen las
alianzas secretas, la de los dos que manejan los mayores poderes, dos Caciques
gozando su cacicazgo, tierras feudales regidas por los dos grandes señores, el
Jefe de Personal y el Contador General, una sociedad secreta afianzada con una
amistad de años, una dictadura similar a la de Fidel Castro, donde todos son
libres, todos salen siempre beneficiados, pero nadie hace nada si no se le tiene
autorizado....
Esos Cesar de su propio Imperio Romano, ambiciosos como siempre, dueños del
destino de todos, para ellos querían regalos bien específicos, una Laptop, la
más nueva, la de más capacidad, la más cara del mercado, ambos podían
autorizarse comprarse una así por parte de la empresa, como una herramienta de
trabajo, pero no, su capricho era que le costara a sus serviles lacayos
Ambos seguros de su poder y mando hicieron un pacto, no solo tenían que
recibir los costosos regalos, si no que ellos iban a regalar solo una tarjeta de
fin de año, la más barata, la más sencilla, una simple evidencia de como esos
dos eran superiores a todos...
El jefe de personal dio la orden al viejo empleado encargado de organizar
el intercambio. Escoge a dos que tengan los ingresos más bajos para que les
informes que van a ser los afortunados en darnos regalos, que quede bien claro y
especifico que es lo que queremos y les dices que como un agradecimiento por ese
esfuerzo, los vamos a tomar en cuenta cuando haya oportunidades de subirlos de
puesto.
El antiguo empleado acostumbrado a esos tiranos desplantes confirmo que así
lo iba a hacer, que no se preocupara, que aunque los empleados se ofendieran, él
se encargaba de que recibieran las costosas ofrendas...
El tiempo paso y el fin de año llego, se hizo una gran fiesta, todos en un
salón elegantemente arreglado, después de la cena y el brindis se prepararon
para la ceremonia del intercambio de regalos.
En el centro del salón se armó la pasarela, el lugar por donde desfilar
para recibir sus presentes, anunciando el nombre de los dos que se iban a
intercambiar, por todos ignorados el destino de sus regalos, solo dos sabían lo
que tenían predestinado y dos que estaban por el destino marcados...
La ceremonia empezó, fueron dando los nombres en pares, pasaban ambos al
centro e intercambiaban regalos, enfrente de todos estos se abrían los
obsequios, se deban el abrazo y regresaban a sus lugares, todos contentos.
Una sana convivencia, con mucha alegría, para quienes de corazón lo hacían,
todos siempre asombrados de a quienes les tocaban los regalos, los crueles
jerarcas, desde su mesa aparte veían con orgullo lo que habían organizado, cada
uno con su tarjeta de fin de año en la bolsa, la más barata, la más simple,
esperando ser anunciados para pasar el frente y demostrarles a todos quienes son
los que mandan y recordarles como en esa compañía se manejan las cosas, sin
tener la menor idea de quién iba a sufrir las consecuencias de su
soberbia...
La noche transcurrió, los regalos cambiaban de mano, pasaron casi todos
hasta que solo quedaron cuatro, los últimos para dar y recibir, el Jefe de
Personal, el Gerente General y dos jóvenes auxiliares que nerviosos esperaban
ser anunciados.
El animador del festejo anuncio a una concurrida audiencia ya muy
alborotada por tanto brindar... ¡Ahora es el momento de pasar de estos dos
jóvenes quienes son los más nuevos en la empresa, para que se den sus regalos,
pido para ellos un gran aplauso!...
Los dos jóvenes pasaron, felices de ser entre ellos a quienes les toco dar
regalos, por ser los dos jóvenes, por ambos no tener el mejor sueldo, el regalo
fue una loción, ambos coincidieron en esto, ambos un abrazo se dieron y pasaron
felices a su asiento... El público feliz les aplaudió, contentos de ver como se
integraban esos dos novatos al ambiente de su nuevo trabajo.
Solo quedaban los dos jerarcas, ambos se vieron con rostros sobrios, sin
demostrar ninguna emoción, serios, uno de ellos volteo a dar una gélida mirada a
su empleado, a ese que el intercambio había organizado, aquel que tenía ya más
de treinta años en la compañía, todos ellos en el mismo puesto, al que nunca se
le dio la oportunidad de ascender, el mismo que estaban también despidiendo por
que se jubilaba ese mes...
El antiguo empleado, con una copa en la mano, les dirigió a los dos una
amplia sonrisa, ya su jubilación estaba decidida, firmada y autorizada por lo
que solo estaba despidiendo como correspondía... A esos dos soberbios
aprovechados de su jerarquía.
El animador los nombro, les pidió que pasaran al frente, ambos fueron
recibidos con grandes aplausos, vitoreados por todos aquellos lambiscones que
les debían su suerte, los dos, con una forzada sonrisa, se dieron el abrazo y
ambos se entregaron con prisa, sobres que sólo contenían una tarjeta de fin de
año, la más barata, la más sencilla, como ambos habían quedado hacer, cuando
habían planeado humillar, solo como diversión, a quien les fuera a regalar.
Un
digno regalo para quienes se creían Dioses... Solo por tener un puesto en donde
podían mandar.
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