Con manos prestidigitadoras todas las tardes entretiene a
los que por la plaza se detienen. Lleva más de 10 años como mago callejero; con
trucos por muchos ya conocidos, pero que siguen por gusto acudiendo puntuales a
verlo. Su sueldo son unas cuantas monedas que la gente deja en un sombrero
desgastado que tiene a un lado de la destartalada mesa que le sirve de
escenario. Los trucos son casi siempre los mismos, algunas veces varían por
cuestiones de tiempo, pero los cambios son solo de quitar o poner otra vez los
mismos trucos, que aprendió desde su niñez.
Todas las tardes recoge esas escasas monedas y parte a su
casa, donde su esposa y cinco hijos lo esperan. Por su edad no ha encontrado
trabajo en ningún lado, su magia realmente empieza cuando da de comer a una
familia entera... Con unas cuantas monedas.
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