Ver tu imagen embriagada del narcisismo con el que la veneras, es tan
apasionante, que sin darme cuenta me quedo prendido a la perfección que la
genera...
Tu reflejo provoca sentimientos encontrados, tan frágiles, como el mismo
espejo que lo proyecta y tan fuertes, como el marco que lo sostiene. Es
ofuscante el sentir, cómo el menor movimiento de tu boca exalta todos mis
sentidos... Y cómo la indiferencia de tu mirada provoca la muerte de cada uno de
ellos.
Frustrante es ver cómo te adoras... Pero más el tener que aceptar que
tienes toda la razón de así hacerlo.
La tentación de tocar el espejo, cuando tu ya no estás es mucha,
imaginándome que va a contener el calor del rostro que antes reflejaba, sin
saber que al hacerlo sólo voy a encontrar la frialdad y dureza, que sólo la
realidad es capaz de provocar.
Ahora sólo veo en el espejo, la ausencia de la imagen venerada, ahora
sustituida, por la frustración reflejada de quien está consciente de que no va a
llegar a nada más... Que el solo verse con un brazo extendido, tocando un espejo
vacío.
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