Un niño tenía la mirada fija en un árbol; estaba volando una cometa y un
cambio de viento la llevó hasta ahí.
Aterrado, veía cómo la cometa desaparecía entre sus ramas; ramas de un
tronco con una herida abierta, una herida provocada por unas letras mal hechas.
Unas letras mal hechas con las que el niño había puesto su nombre... Ese mismo
día, antes de volar su cometa.
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