Va por la calle un tipo con unos audífonos en los oídos, escuchando su música
favorita, caminando como si fuera bailando, ágil, ligero; cada paso al compás
que las canciones le van marcando.
Camina con una media sonrisa en la cara, disfrutando lo que va escuchando. Fija
su atención en cuanta guapa mujer se atraviesa por su camino, algunas le
sostienen la mirada, otras de inmediato se voltean. Él, seguro de sí mismo, sonríe
con una mueca de triunfo con cada mirada que le sostienen, siguiendo su camino,
caminando con ritmo, perdido en las canciones que tanto le gustan.
Entra a un gran supermercado, toma un carrito para hacer algunas compras que
tiene pendientes, la música sigue, su media sonrisa no desaparece de su cara.
Va con la frente en alto, seguro, confiado; buscando las miradas de quienes ven
su coqueta media sonrisa. Algunas señoras lo ven con el ceño fruncido cuando
notan las miradas en el cuerpo de sus hijas. A él, parecen no importarle esos
gestos de rechazo, sigue navegando entre los pasillos de ese gran supermercado.
Su carrito se va llenando de las cosas pendientes que le hacen falta; latas
de comida, comida congelada. Algunas cosas para la limpieza, va echando lo que
va necesitando mientras sigue escuchando la selección musical que lo ha estado
acompañando.
Él no nota que algunas mujeres, ya maduras, lo ven con curiosidad, llamándoles
la atención, pero él no lo nota. Solo está pendiente de las jóvenes que llenan
el lugar. No pierde detalles, con miradas que escanean los pubertos cuerpos que
por su lado pasan, sin perder detalles de las minifaldas ni las blusas
escotadas, que la juventud se obliga a vestir cuando no se tiene nada qué
ocultar, cuando no se tiene razón del por qué tapar. Cuando la perfección de lo
natural aflora a esa edad.
Las que se dan cuenta, al sentir lo profundo de su mirada, de inmediato se
voltean o se dan la vuelta, él lo toma como si fuera una forma coqueta de
hacerse las interesantes, haciendo que la sonrisa de su rostro se haga más
grande, llena del orgullo que le da el sentirse interesante ante esas damas.
Sigue con su música, vagando entre pasillos. Pasa por donde venden
accesorios para baño, caminando frente a un gran espejo que refleja a un hombre
maduro, coronado de canas. Con la cara llena de arrugas, con el cuerpo colgado
de carne vencida por la fuerza de la gravedad. Vestido con unos pantalones de
mezclilla que tienen muchos años que pasaron de moda, con una playera
anunciando un concierto de rock de hace décadas y unos audífonos en los oídos,
tocando una música que tiene más de cuarenta años que fue grabada y que da vida
a ese adolescente que resurge... Atrapado en ese cuerpo tan arrugado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog esta abierto a tu participacion y comentarios, solo te pido que seas prudente en tu forma de expresarte por el respeto que se merecen todos los lectores...