miércoles, 8 de marzo de 2017

Puras mentiras…

Y así fue, tan simple como una llamada. Una llamada que era equivocada, una llamada que fue tomada por otra persona, cuando a quien le correspondía contestar continuaba dormida.

Un mensaje reclamando besos prometidos que nunca llegaron, fueron el anuncio de un final dramático de una relación perfecta, donde quien dormía había cuidado cada detalle para hacerlo todo perfecto, exacto, como algo soñado. Un castillo de cristal que cayo haciéndose añicos con un grito tan agudo, que ni la mejor soprano podría nunca alcanzar. En la noche se escucharon como sueños y promesas caían al piso, con ruidos tan huecos, que parecía granizo el que estuviera cayendo, en bolas tan grandes, que estaban dejando totalmente destrozada un alma que llorando reclamaba el porqué de tantas mentiras, recibiendo como única respuesta, una absurda negativa llena de ofensas.

El airado intercambio de golpes envueltos en palabras que parecían nunca terminar, de pronto callaron, con un portazo como cierre de un concierto preparado para solo lastimar.

El dolor siguió, con lágrimas que no alcanzaban a consolar un alma desgarrada, que se ahogaba en preguntas que nadie podía contestar, que nadie tenía la intención de contestar.

Recuerdos llegaban, como proyectados por un viejo proyector  destartalado, donde el parpadear de las imágenes solo servían para consumir aún más unos ojos ya muy nublados por tanta lagrima.

Los días transcurrían y las preguntas no cesaban, los por qué tapizaban las paredes de esa casa que ahora se veía tan vacía con tantos muebles, la misma casa donde antes habitaba una ilusión, una ilusión de alguien que la creía, una ilusión de alguien que la generaba, una ilusión que flotaba sobre puras mentiras.

El espejo de nada servía, solo reflejaba imágenes opacas de quien intentaba vivir su duelo, un duelo que mucho dolía, un dolor que no podía identificar, un dolor que solo sangra de una traición.

El tiempo pasó, y como pasa con toda herida, solo el sabio tiempo la pudo cicatrizar. Dando madurez a una joven mujer que comprendió que nadie puede ser tan importante, como para hacerle perder todo eso que hace que la gente se enamore de ella… Su esencia como persona.


Hoy en su alma aún quedan las manchas, de lo que alguna vez fueron heridas. Manchas que le recuerdan que nunca debe permitirse llorar otra vez, por fachadas mal armadas… Soportadas por puras mentiras. 





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