Y así fue, tan simple como una llamada. Una llamada que era
equivocada, una llamada que fue tomada por otra persona, cuando a quien le correspondía
contestar continuaba dormida.
Un mensaje reclamando besos prometidos que nunca llegaron,
fueron el anuncio de un final dramático de una relación perfecta, donde quien dormía
había cuidado cada detalle para hacerlo todo perfecto, exacto, como algo soñado.
Un castillo de cristal que cayo haciéndose añicos con un grito tan agudo, que
ni la mejor soprano podría nunca alcanzar. En la noche se escucharon como
sueños y promesas caían al piso, con ruidos tan huecos, que parecía granizo el
que estuviera cayendo, en bolas tan grandes, que estaban dejando totalmente
destrozada un alma que llorando reclamaba el porqué de tantas mentiras,
recibiendo como única respuesta, una absurda negativa llena de ofensas.
El airado intercambio de golpes envueltos en palabras que parecían
nunca terminar, de pronto callaron, con un portazo como cierre de un concierto
preparado para solo lastimar.
El dolor siguió, con lágrimas que no alcanzaban a consolar
un alma desgarrada, que se ahogaba en preguntas que nadie podía contestar, que
nadie tenía la intención de contestar.
Recuerdos llegaban, como proyectados por un viejo proyector destartalado, donde el parpadear de las imágenes
solo servían para consumir aún más unos ojos ya muy nublados por tanta lagrima.
Los días transcurrían y las preguntas no cesaban, los por
qué tapizaban las paredes de esa casa que ahora se veía tan vacía con tantos
muebles, la misma casa donde antes habitaba una ilusión, una ilusión de alguien
que la creía, una ilusión de alguien que la generaba, una ilusión que flotaba
sobre puras mentiras.
El espejo de nada servía, solo reflejaba imágenes opacas de
quien intentaba vivir su duelo, un duelo que mucho dolía, un dolor que no podía
identificar, un dolor que solo sangra de una traición.
El tiempo pasó, y como pasa con toda herida, solo el sabio
tiempo la pudo cicatrizar. Dando madurez a una joven mujer que comprendió que nadie
puede ser tan importante, como para hacerle perder todo eso que hace que la
gente se enamore de ella… Su esencia como persona.
Hoy en su alma aún quedan las manchas, de lo que alguna vez
fueron heridas. Manchas que le recuerdan que nunca debe permitirse llorar otra
vez, por fachadas mal armadas… Soportadas por puras mentiras.
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