– ¿Por qué dudas de mí? – Le reclamaba un ofendido novio a su amada, mientras buscaba su mirada.
– ¿No te he demostrado cientos de veces lo importante que eres para mi? ¿Que no valen las pruebas de amor que cada día te doy? ¡Toda tu familia dice que somos la pareja perfecta! ¡Siempre me dices que eres la envidia de tus amigas por te lleno de atenciones! ¡Y ahora me sales con qué dudas de mí! - Reclamaba el inconsolable e incomprendido varon a esa desquiciada mujer, la misma que momentos antes le había encontrado un boleto de avión, de un viaje corto, de un viaje de fin de semana. De un viaje al mismo lugar donde vivía una ex novia de su amado, una ex novia que era cosa del pasado, una vieja historia que ya no tenia nada que ver con su envidiable presente y que por mala suerte, vivía en la misma ciudad donde su ofendido prometido había viajado para cerrar el negocio, que le iba a generar los ingresos para su próximo matrimonio.
–¡Ten mi celular, revísalo! Ve en detalle cada una de las fotos que ahí tengo, ve los chats, ve mis redes sociales que ahora las tengo abiertas para que así te puedas convencer de lo injusta que eres conmigo – Le exigía el novio mientras ponía su movil en las manos de ella, con la seguridad que solo puede tener quien no tiene el menor temor de ser descubierto, la seguridad que solo puede dar quien no oculta nada, esa seguridad que le demostraba a ella, que realmente era la mujer amada...
Entonces ella, al ver tal insistencia, sintió como su cara enrojecía, con la vergüenza de haber dudado de su ser amado, con la pena de haberle faltado al respeto, con una vergüenza que la dejaba sin palabras por haber dudado.
–No, discúlpame, vi que el boleto era hacia el mismo lugar donde vive ella y los celos me ganaron, te quiero tanto, que el miedo de perderte es mas fuerte que mi propia cordura– Le decía ella, mientras le regresaba su teléfono y lo abrazaba.
Él, comprendiendo que la coincidencia podría despertar la duda de cualquiera, la abrazo, le levanto la cara y la beso. Ella, sin dudarlo se pego a el, besándolo con ternura y después con pasión, con esa pasión que solo se siente cuando realmente se quiere, con esa pasion que nace despues del perdon. Mientras el recorría su cuerpo con una de sus manos, tocando los puntos exactos que tan bien conocía, tocando esos botones que provocan olvidos superados por lívidos que no se controlan, que no se pueden controlar. La desnudo, le dedico el tiempo que debía dedicarle para producirles espasmos que sacudieron cada parte de su cuerpo, cada vibra de su ser, hasta dejarla tendida en la cama, con una mano en el pecho para recuperar el aliento y otra mano en la frente, como para ordenar las ideas de una mente que en blanco había quedado.
Así estuvieron por una media hora, después se levantaron, sé cambiaron y se prepararon para seguir con los pendientes que tenia por hacer, había una boda en puerta y aun muchas cosas que preparar.
Salieron de la casa, se despidieron. Cuando ella se subia a su coche èl le grito –¿Quién es tu Rey? Ella, sonriendo, le contesto –¡Tú! ¡Tu eres mi Rey!– Y se subió al automóvil feliz, emocionada partio a seguir preparando las cosas pendientes para su próximo matrimonio.
El espero a verla desaparecer, hasta darse el ultimo adiós, cuando ella dio vuelta en la esquina de la calle. Entro a su casa, tomo su chaqueta, y salio de nueva cuenta, con una sonrisa en la cara. Se fue caminando, aun sentia correr la adrenalida por su cuepo por tantas emociones, por lo que el camimar le serviria para calmar los nervios. Saco el celular de la bolsa del pantalón, y haciendo aun mas grande su sonrisa, se puso a revisar las fotografías que tenia guardadas. Las tenia perfectamente ordenadas, por carpetas, por fechas. Busco la que corresponda a la semana pasada, la que correspondía a ese fin de semana, de su viaje corto.
Abrió la carpeta y empezaron a salir las imágenes de una pareja desnuda, fue viéndolas una por una, ahora con una gran sonrisa, esas sonrisa que solo la tienen los cazadores cuando presumen sus trofeos de caza. Esa sonrisa que refleja el orgullo de haberse levantado cuando lo pensaban noqueado, esa sonrisa que con la que le grita al mundo que nadie puede tumbarlo.
Las imágenes eran de el y de otra mujer, de ese ex amor que ya nada tenia que ver con el; de ese pasado que justo habia jurado que se habia terminado. Testimonios grabados de la permanencia de una sumisa exclava encantada de seguir siendo un juguete sexual. Imágenes que proyectaban una lujuria que solo el pecado puede provocar. Cada una diferente a la otra, cada una buscando ser mas atrevida que la otra. Hasta llegar al gran final, sellado por un pequeño video, que de nuevo se puso a verlo. Ahí se veia como tenia postrada a una mujer frente a el, desnunda, ocupada y concentrada en darle sexo oral. El enfocaba su propio rostro y depues a la cara de la mujer arrodillada, con los ojos entrecerrados, gozando profundamente del placer que le estaba dando. En el video se ve como la retira con la mano, de una forma despectiva, mientras le dice –¡Dime quién es tu rey– A lo que la arrodillada mujer le contesta, con una gran sonrisa escurriendo de saliva… –¡Tú! ¡Tu eres mi Rey!–
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