Y ahí iba, una vez más siendo el primero. Una vez más, ganándoles
a todos. Una vez más, superando a sus amigos. Sus compañeros de mil batallas se
quitaban el sombrero reconociendo su derrota, pero ahora sin envidia, sonriendo
para sus adentros… Mientras el ataúd bajaba lentamente, con ese triunfador en
sus entrañas.
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