Por la calle se aprecia un dulce cantar, es el de
un jilguero del que es imposible no detenerse un momento para poderlo escuchar,
sus diferentes cantos se adaptan al estado de animo de todo aquel que lo oye
cantar, como si fueran odas dedicadas al sentir de cada uno de los que por ahí
puedan pasar.
El ave fue traída por encargo desde muy lejos,
ahora vive en las montañas, en un pequeño pueblo en donde todos los pobladores
se dan un momento en el día para poder pasar por la casa donde nace ese
cantar, la tienen en una elegante jaula colgada afuera de una gran
ventana, en una casa que da a las montañas.
Lo que nadie sabe es que el pájaro dedica
todas sus notas, todos son cantos de reproche, al
viento porque le envidia su capacidad de libremente viajar, a las nubes
les reclama el verlas libres flotar, al sol por ir y venir cada día
sin que nadie se lo impida, a las aves que ve pasar les canta su
disgusto de verlas libremente volar...
Uno de tantos días en que estaban limpiando su
jaula vio una oportunidad y la aprovecho, dejaron mal cerrada la puerta de su
jaula y partió hacia la libertad, hacia esa libertad a la que tanto le cantaba,
a la que tanto celaba a todos aquellos que por fuera de su jaula
pasaban...
Voló, voló y voló, sintiendo como el aire se colaba
entre sus plumas, abriendo su pico para beber toda esa sensación que le llegaba
de golpe, estiro sus alas como nunca lo había hecho, planeo como su instinto se
lo indicó, gozo, cantó y voló hasta que se cansó, se posó en lo alto de un
árbol y trinó como nunca lo había hecho, porque ahora no era de reclamo,
su canto ahora era de triunfo, más claro, con más sentimiento, sin barrotes que
obstruyeran sus sentidos, ahora era un ave en libertad cantándole al viento...
Vio partir al sol y conoció por primera vez a la
luna, jamás la había visto por qué su jaula la tapaban cuando se metía el sol.
Se quedó maravillado de la elegancia del manto de
su suave luz con que todo lo cubría, de las estrellas que brillaban como un
cortejo de bellas damas acompañando a su reina.
Con la luna llego el frio, la temperatura empezó a
bajar rápidamente, el viento amable se convirtió en un viento helado que en
todos lados se colaba, el jilguero emocionado no dejaba de disfrutar todas esas
nuevas sensaciones que estaba conociendo, que estaba sintiendo, junto con
la luna jamás había conocido el frio, su jaula era metida por las tardes a la
cálida casa, con temperatura controlada, con una manta cubriendo por completo
su pajarera, era la primera vez que sentía en sus huesos lo que era la
naturaleza...
Ahora estaba en lo alto de un árbol, en una rama
expuesto a todo a lo que siempre le cantara, a lo que siempre envidiara, a lo
que siempre añoraba, a esa libertad que nunca había conocido, a esa libertad
con la que siempre soñó, con la que siempre pensó que era lo mejor para él…
Estaba solo, esponjando sus plumas buscando algo de
calor, el viento cada vez soplaba más fuerte, cada vez más helado, no se veía
nada en las ramas de ese árbol, solo un pájaro que se aferraba con sus pequeñas
garras al tronco, garras que no fueron hechas para eso, garras que nunca fueron
preparadas para eso... Las horas pasaron, la temperatura bajo más hasta que el
nuevo día empezó a nacer, los primeros rayos del sol cortaba en tajos el frio
viento que aún quedaba, poco a poco la temperatura subió, las aves
acostumbradas al frio salieron de sus nidos, empezaron a escucharse los
canticos de las diferentes aves, el sol salió por completo saludando a todos los
que se encontraban despiertos, buscando escuchar ese canto que lo siempre lo
saludaba por las mañanas y que por primera vez no escucho…
Del jilguero ya no se supo nada, ya no se escuchó
de nuevo, los aldeanos extrañaron su canto, su dueña estaba inconsolable, era
su única compañía, esa ave era quien le daba calor a su vida. Muchos la
consolaban diciéndole que tal vez seguía cantándole a su nueva libertad,
pero en el fondo todos sabían que era una ave que estaba hecha para cantar,
para ser cuidada, para ser honrada, para ser admirada, no estaba preparada para
ser liberada.
El jilguero siempre deseo el volar de las aves que
fueron hechas para cazar, envidio al viento que fue hecho para vagar sin un
hogar permanente, celó al sol que fue creado para vivir errante en el espacio
viendo flotar a su lado los mundos que se crearon muy a su pesar.
Era un ave que ya tenía su propia libertad en
un entorno ganado por su virtud de cantar, tenía su propio nicho para ser
admirada, alimentada y cuidada solo por la esperanza de poderla escuchar, sin
exigirle nada más, sin obligarle a nada más...
Cuando tuvo la oportunidad voló hacia nuevos
horizontes sin nunca mirar atrás, perdida en un instinto de libertad que
no le iba a permitir el regresar. Era solo un bello animal que no tenía
forma de recapacitar, de pensar, de analizar que cuando se tiene todo,
no se debe buscar una felicidad en base de lo que tienen los
demás, de entender que no es necesario el vivir envidiando lo que tienen
los demás, de aprender a vivir con lo que se tiene, sin buscar siempre
tener algo más. Vivió una vida inconforme, irracional, algo que solo pasa... En
el reino animal.
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