Hola Papa, hoy me toco relevar a mi hermana, son las dos de la madrugada y
estoy aquí, junto a ti...
Aun tratando de comprender, de entender, de aceptar como ahora en esa cama
estas, con oxígeno y entubado, con todos los que te amamos a tu lado, como
siempre nos enseñaste, como fuimos educados, todos siempre juntos y ahora junto
a ti... abrazados.
Es tan difícil ahora ser yo la que este al pendiente de ti, cuando tú
siempre fuiste mi héroe invencible, mi gran amor, mi guía, quien de mis miedos
me protegía...
Ahora que estamos solos no puedo evitar el ponerme a llorar, como cuando de
todo me regañabas, nunca fueron tus palabras las que me dolían, era el sentir
que por eso que hacia... tú ya no me querías.
Verte acostado, tan delgado, tan pálido, con tus ojos cerrados, como
soñando, como recordando cuando de pequeña te usaba como caballo, cuando en tus
hombros siempre a cabalgar me llevabas, en el parque, en la feria, caminando por
las calles, yo siempre como una gigante me sentía cuando en tus hombros me
presumías...
Sé que ahora no me escuchas, no hace falta que lo hagas, todo lo que ahora
te diga nunca va a ser suficiente para darte las gracias, por darme la vida, por
tu compañía, por siempre ser tu niña...
Disculpa que no pueda contenerme, no puedo dejar de llorar, siempre me
hiciste jurar que nadie iba a ser más fuerte que yo, que nunca por ser mujer me
iba a dejar por nada vencer...
Siempre me enseñaste a por todo luchar, a ser independiente, a siempre
ganar, en todo sobresalir. Pero nunca me preparaste... Para verte partir.
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