Que helados son nuestros labios, en estos besos obligados por la inercia de
la costumbre en nuestra vida rutinaria, el frío del desinterés al tocarse
nuestras manos, es sólo el reflejo de tantos años de vivir una vida que desde el
inicio nunca fue compartida, nuestros cuerpos duermen juntos, obligados por el
bienestar de unos hijos a los que no se quiere lastimar, unos hijos sumidos en
una burbuja que no tarda en explotar.
La familia perfecta para todos los que nos conocen, juntos somos amenos con
los que tratamos en nuestra vida social, risas y sonrisas que se terminan con la
última visita que deja nuestro hogar, cuando se bajan los telones de esta
frustrante obra teatral.
Vidas forjadas en apariencias ante una sociedad que sólo en pareja las
acepta, viviendo, como muchos lo hacen, el helado infierno de una vida sumida
en la indiferencia.
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