Fascinada observaba cómo el chorro de agua caía en sus manos, deslizándose
entre sus dedos, se frotaba las manos, las volteaba, viendo hipnotizada cómo el
agua las recorría, veía cómo esa piel tersa, que sólo la juventud entrega,
estaba siendo mojada por esa caída de agua intermitente.
Poco a poco la impecable piel se empieza a arrugar, ve cómo va cambiando de
forma esas manos que tanto cuida, haciéndose primero arrugadas, después cambia
el tono de las uñas, cambian de color, siempre bajo la caída del agua que no
para, que no se detiene...
Las uñas ahora son de un color más opaco, se ven frágiles, quebradizas, la
piel de las manos está ya toda arrugada, se nota que están ya temblorosas, ella
no puede sacarlas del agua, es imposible el solo intentarlo, ve cómo el agua,
poco a poco, acaba con sus manos.
Ve cómo los dedos se empiezan a curvar, los huesos deformados se notan en
la delgada y arrugada piel, que ahora está ya opaca, sin vida, ya es solo un
colgajo de tela que cubre los deformes huesos mientras el agua nunca deja de
caer.
La fuerza en las manos ha desaparecido, junto con la forma que antes tenían
sus dedos, ahora son solo unos huesos deformes cubiertos por una piel marchita,
ella voltea hacia abajo, a donde cae toda el agua, y ve el reflejo de alguien,
es el reflejo de una anciana que le devuelve la mirada, se le hace conocido ese
marchito rostro, ve algunos rasgos que le parecen familiares, pero no alcanza a
identificarlos del todo, ve en el reflejo de esa anciana que también tiene
metidas sus manos en el chorro del agua, ella mueve su cara de un lado a otro,
sólo para ver que ese reflejo hace el mismo movimiento...
Entonces lo entiende, el chorro de agua no es otra cosa que el tiempo que
va corriendo, y esas manos que se están mojando es su vida que la está
marchitando, baja de nuevo la vista a ese reflejo que le sostiene la mirada,
ahora sabe qué es lo que va a pasar cuando saque sus manos del agua.
Poco a poco empieza a retirar lo que en algún momento fueron unas tersas
manos, con cada centímetro que las retira del agua, la luz empieza a perder su
luminosidad, todo se empieza a oscurecer, cuando ya sólo tiene la mitad de los
dedos bajo ese chorro de agua, ya es muy poco lo que ve, el temblor involuntario
de sus dedos, hace que todo se haga más gris, hasta quedar sumida en la
oscuridad total.
No hubo dolor, no tuvo noción de los últimos momentos, de cuando sacaba los
dedos del agua, sólo fue el perder la conciencia en ese paso natural... De
cuando sus dedos se dejaron de mojar.
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