En el parque se ve a un niño sonriente, con la luz pegándole de frente, con
risas incontrolables corre atrás de una pelota. La madre paciente lo ve jugar,
preocupada por lo inquieto y contenta, contagiada por la felicidad innata de ese
inocente ser.
El padre los ve sentado en una banca, extasiado viendo a su hermosa esposa
y sonriendo, contagiado a lo lejos, de la sonrisa de su único hijo. Estuvo dos
años sin ellos, el tiempo que tardó en perdonar... El que ella no haya querido
abortar.
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