En un parque, sentado en un banca, se ve a un hombre llorando, con una mano
se tapa el rostro mientras la otra sostiene una gran bolsa que está en el piso,
con un regalo en su interior, se le aprecia como inconsolable, no le importa la
gente que por su lado pasa, es como si solo existieran él y su dolor, todos lo
voltean a ver, no es común el ver a un hombre maduro, alto y fuerte demostrando
en llanto un sentimiento que solo él conoce, una señora que pasa no puede evitar
sentarse a su lado para intentar consolarlo...
Que es lo que te pasa hijo mío, que dolor cruza tu pecho para que puedas
llorar así
El hombre vio a esa amable señora y no pudo evitar contarle su pena, tal
era su dolor, que tenía que hablarlo para poder empezar a curarlo, ya no
importaba si era alguien de toda su confianza o solo una persona de dulce
mirada.
Vengo saliendo del doctor, me ha hecho hacerme un sin fin de exámenes,
análisis y hoy me acaba de dar el resultado.
La señora guardo silencio, esperando a que continuara, no quería
presionarlo, presentía lo delicado que pudiera ser lo que seguiría
contando...
El hombre de nuevo se soltó a llorar, era como un niño de cinco años que no
puede ser consolado por nadie más que la mama ausente, así se veía ese hombre de
cuarenta y cinco años.
Hijo mío, no sé qué te haya dicho el doctor, pero no hay nadie más poderoso
que el Dios eterno para sanar cualquier mal.
El volteo a ver ese rostro bondadoso, dándose cuenta que realmente estaba
mortificada por lo que le estaba diciendo, por lo que le siguió
contando...
El medico tenía dudas de mi salud por lo que me hizo varios chequeos,
pensaba que podría tener un tumor y resulto ser uno benigno, me hizo hacerme
análisis de todo y todo salió bien, lo único es que no puedo tener hijos, son
estéril desde que nací de acuerdo a los resultados que me leyó el médico, le
dijo a la amable señora, soltando de nuevo el llanto.
Ella le contestó No llores, Dios nos da los hijos que no podemos tener, yo
no tengo hijos y me ha dado la oportunidad de estar aquí, junto a ti, para
poderte consolar en lo que me sea posible, así Dios me ha dado la oportunidad de
tener muchos hijos, aunque yo ninguno haya podido engendrar.
El hombre por un momento calmo sus lamentos, mantenía su cara sostenida por
una de sus manos, ya un poco más tranquilo, pero sus lágrimas no paraban de
salir...
Ella continuo al ver que él se había tranquilizado un poco, Yo dure muchos
años de casada, hasta que mi esposo partió, nunca tuvimos hijos pero fuimos muy
felices, adoptamos a dos niños que nos hicieron los padres más orgullosos,
siempre tuvimos nuestra casa llenas de sobrinos, siempre estuvimos llenos de
muchos hijos sustitutos y lo más importante, siempre nos tuvimos a nosotros para
hacernos compañía, ahora que él se marchó, supe que el gran amor que podemos dar
como padres se lo podemos dar a todo aquel que necesite un consuelo, los hijos
nos lo da el cielo de muchas maneras, hemos comprendido que padres no son los
que engendran, son los que forman, educan, enseñan y ven crecer a un
niño...
Ahora el hombre estaba más tranquilo, ya no lloraba, ya había bajado la
mano que tapaba su rostro y solo escuchaba a esa amable señora, pero no la veía
de frente, la escuchaba con la vista perdida en el infinito, tenía una mirada
que ahora estaba cambiando, ya no se veía dolor... Ahora se veía otra
cosa.
Ella continuo platicándole de sus experiencias maternas cuando él la volteo
a ver, esa dura mirada que ahora tenía hizo que ella se callara...
Gracias por sus palabras, por haberse detenido a consolarme cuando no me
conocía, sin saber nada de mí, sus palabras están llenas de amor, pero no son
para mi… Yo también se lo que es el ser padre, estoy casado desde hace diez años
y junto con mi esposa tuvimos tres hijos, hoy es el cumpleaños del más pequeño,
antes de pasar con el medico fui a recoger este regalo, le decía mientras
levantaba la gran bolsa que llevaba en la otra mano, Ahora todos me están
esperando, mi esposa y los tres hijos que ella tuvo y que ahora el doctor me ha
confirmado, que fue imposible que yo haya los haya engendrado...
A la señora se puso le fue el color del rostro cuando escucho esas
palabras, todos los argumentos que llenaban su mente para consolar a ese hombre
simplemente se esfumaron, ya no supo nada más que decir, solo le dijo Hijo mío,
los niños son seres inocentes que no tienen la culpa de nada, si tú los has
educado y los has formado, tu eres ante Dios el verdadero padre.
El la volteo a ver, ahora su mirada era completamente fría, como sin vida,
tenía ya su voz completamente serena, ya las lágrimas habían desaparecido, ahora
era como si fuera alguien distinto, alguien con una serenidad que daba
miedo...
Si, lo sé, ellos son mis hijos, eso nadie lo puede negar, yo los vi nacer,
les he dado lo mejor y eso siempre va a seguir, tienen su futuro asegurado,
aunque sé que les voy hacer mucha falta, ahora que yo ya no voy a estar...
La señora espantada le dijo Hijo mío, que vas hacer, no vayas a hacer una
locura, tienes mucho para vivir, tienes esos tres inocentes que te
necesitan.
El, viéndola a los ojos, le contesto A mis hijos nunca les va a faltar nada
para vivir, siempre he trabajado y tengo ya un patrimonio que les tiene
asegurada la vida, tienen lo suficiente para que puedan vivir ahora que van a
estar sin su padre, sin su madre y sin ese padrino que tanto los visitaba, el
gran amigo de su madre que tanto los procuraba, siempre llenándolos de besos y
abrazos, siempre bromeando conmigo por qué les había tocado la mala suerte a mis
hijos de sacar un cabello tan ensortijado como el suyo... Y sin decir más se
volteó, alejándose caminando.
La señora, cuando lo escuchó, se llevó una temblorosa mano a la boca
mientras se ponía de nuevo pálida, sin acabar de entender del todo lo que
acababa de escuchar, sin saber que decir, sin saber qué hacer, mientras veía
como se alejaba ese hombre desconocido, cargando con una mano una gran bolsa con
un regalo en su interior, mientras con la otra se acomodaba algo que llevaba en
el cinto, perdiéndose en el camino, en esa tarde calurosa de verano.
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