Hoy me acordé de ti, porque siempre estás cuando te necesito, cuando menos
lo espero, cuando no te busco... Pero siempre te encuentro.
Hoy me acordé de ti y te doy las gracias por siempre estar ahí, hoy en
especial que no necesito de ti, como normalmente pasa en otros días, hoy que
nada me falta porque sé que ya te has encargado de que todo lo tenga a la mano,
hoy que me siento feliz simplemente por vivir, sin razón aparente, sólo por
estar aquí, sólo por vivir junto a ti.
Hoy me acordé de ti, cuando buscaba una camisa que ponerme, porque no
importa cuál sea, todas tienen su historia junto a ti, ya sea vistiéndome para
una fiesta de gala o sólo para tapar los remiendos, que el tiempo va dejando en
mi cuerpo, en esas tardes que fueron hechas para estar en casa, sólo viendo el
televisor, sin hablar, porque ya sabes que te tengo prohibido que hables si
estoy viendo un partido, tan prohibido como el verlo sin tenerte a mi lado, con
tu mohín de desagrado exagerado por estar viéndolo o más bien soportándolo, por
tan solo sentirte a mi lado.
Hoy me acordé de ti, cuando estaba poniéndome los pantalones, batallando
con mi vientre abultado, que de forma rebelde, se niega a ceder ante la presión
de unos pantalones, que según tú, son ya una talla más chica y que yo te aseguro
que siguen siendo mi talla, sólo que el problema es en la lavada, que con el
tiempo me los va encogiendo, claro que se me acaba el argumento, cuando me
compro unos nuevos...
Hoy me acordé de ti, cuando estaba peinándome, acomodándome el cabello
parcialmente canoso, canas que hacen juego con las leves arrugas que ya
distinguen mi cara y que más se marcan con mi sonrisa de recordar, de cómo te
burlaste de mí cuando me descubriste eliminando las primeras canas que me salían
y de cómo tuve que concentrarme toda la tarde, para demostrarte en la cama, que
no era ningún viejito...
Hoy me acordé de ti, cuando desayunaba con la rebanada de pan que me comía
a escondidas, un manjar que me tienes prohibido por mis niveles de colesterol,
pero que bien vale la pena el disfrutar del pecado de hacerlo a escondidas y de
ver tu cara cuando le reclamas al nutriólogo que no logra bajarme de peso, con
todo y que me haces llevar la dieta rigurosamente.
Hoy me acordé de ti, al salir de la casa, la misma casa que tu escogiste y
que me convenciste que podíamos pagar, la misma casa que ahora pagamos por tan
solo saber administrarnos, quitando los gastos de cosas que antes yo pensaba que
eran importantes y que ahora no figuran por ninguna parte.
Hoy me acordé de ti, porque voy camino al trabajo, en esos pocos espacios
de mi vida en los que me permito el poderte extrañar, en esos pocos espacios en
mi vida que me obligan a contigo no estar.
Hoy me acordé de ti y tomo mi celular para enviarte un mensaje, pero son
tantas cosas que puedo decirte, que no sé cómo empezar, lo único que se me
ocurre escribirte para intentar descifrar todo lo que te tengo que decir, te lo
voy a resumir en un simple mensaje de texto... Hoy me acordé de ti.
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