Atento veía desde la ventana cómo sus amigos hacían los últimos
preparativos para partir de campamento, vivía en los dormitorios de la
universidad donde estudiaba y ese verano, al igual que todos, los jóvenes
partían para disfrutar de las vacaciones, tal como él siempre lo había hecho,
hasta el día que había sufrido un accidente que lo tenía postrado en una silla
de ruedas, fue durante un viaje de verano, cuando con sus amigos partía a las
montañas para acampar por una semana, el reto de escalarlas era algo que muy
pocos podían resistir, ese trágico día iban todos emocionados, como siempre,
cuando repentinamente una de las llantas se reventó, haciendo que el chofer
perdiera el control, saliendo de la carretera y cayendo a un barranco, todos
salieron lastimados, pero él se llevó la peor parte.
Duró un mes en coma, las lesiones en la espalda le hicieron perder la
movilidad de las piernas, después de meses en terapia pudo aceptar el tener que
moverse en silla de ruedas, pero lo que aun no podía aceptar, era que ya no
podía participar, como siempre lo hacía, en todas esas actividades al aire
libre, sus compañeros siguieron invitándolo, ellos no tenían problema en que los
acompañara, el problema era que él simplemente no se aceptaba con esas nuevas
limitaciones.
Él empezó a encerrarse en sí mismo, alejándose de los demás, poco a poco se
estaba quedando aislado del mundo en el que vivía, sus amigos dejaron de
insistir cuando vieron que no tenían respuesta, sus padres lo llevaron a
terapias, pero el resultado era el mismo, el psicólogo intentaba que
comprendiera que la vida continuaba, que podía buscar la compañía de nuevos
amigos, con los que pudiera compartir actividades distintas, El mundo sigue, tu
eres el que se está deteniendo siempre le decían.
Lo que él no podía expresar abiertamente, era que él quería seguir con su
mismo grupo de amigos, pero no con diferencias, no quería sentirse diferente,
que lo vieran con lástima, como él pensaba que lo hacían, quería que todos
fueran iguales, viviendo las mismas circunstancias para volver a ser el mismo
grupo, tan unido, como siempre lo fueron.
Una vez intentó comentar esto en una de sus muchas terapias, pero la
respuesta que le dieron le quitaron las ganas de seguir expresándose, de dejar
salir ese sentimiento, de que tuviera una fuga esa forma de sentir, la única
respuesta que tuvo fue Tus amigos y tu siguen siendo los mismos, nada ha
cambiado, la única diferencia es que tú no puedes aceptar, que ahora tus
capacidades son diferentes a las de los demás...
Él no quería sentirse diferente, no quería ser diferente, quería que todo
fuera como antes, cuando sus amigos eran todos iguales, cuando todos eran
inseparables, pero sabía que nada podía cambiar su condición, la lesión en la
espalda era incorregible, no había nada que le devolviera el andar, nunca iba a
volver a caminar, eso era algo que no podía cambiar… Pero su mente no dejaba de
pensar.
Esa idea nadie se la podía sacar de la cabeza, ahora, en esa mañana,
recordaba todas esas horas de terapias, mientras veía desde la ventana a sus
amigos, veía cómo terminaban de acomodar las cosas en una camioneta para partir
hacia las montañas, como tantas veces lo hicieron juntos hasta el día de su
accidente, ahora a él le tocaba solo ver como partían, sintiendo que ninguno de
sus amigos lamentaba el dejarlo atrás, a ese antiguo colega, a ese ex compañero
de aventuras, al mismo viejo camarada que tantas veces fue el primero en subir a
la montaña, el mismo a quien antes lo hacían sentirse indispensable para
cualquier salida de aventuras y que ahora solo se sentía como un antiguo
recuerdo para varios de ellos.
Sentado en su silla de ruedas los veía desde su cuarto, asomado entre las
cortinas de la ventana que daba a la calle, su cara estaba marcada por ojeras,
la playera que traía estaba toda sucia, llena de tierra y grasa, sus brazos
manchados de grasa, sus manos muy sucias, parecía como si se hubiera estado
arrastrando por largo tiempo, no le preocupaba cómo se veía, eran vacaciones y
prácticamente nadie quedaba, los únicos que faltaban de partir era ese grupo de
amigos que estaban por marchar.
Cuando la camioneta arrancó él se quiso alejar de la ventana, pero un saco
con herramientas se lo impidió, con una mano lo hizo a un lado para moverse, el
saco se ladeó, dejando al descubierto pinzas, una navaja, varios desarmadores,
todos manchados de aceite y grasa, daban la impresión de haberse usado en una
gran compostura, pero no era aceite lo que tenían, era liquido de frenos, el
mismo líquido de frenos que ahora se veía, como una gran mancha, tirado en la
calle, una gran mancha que ocupaba el mismo lugar donde hacía unos minutos
estaba estacionada una camioneta. Una camioneta que iba llena de jóvenes
atletas, llenos de vida, en camino de una nueva aventura, sin saber que los
habían destinado a un final distinto al planeado, donde alguien que se sentía
diferente, ahora esperaba paciente, a que de nuevo, todos terminaran iguales…
Como lo habían sido siempre.
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