Está sentado en una esquina, bebiendo, recargado en un poste. Viste harapos
que alguna vez fueron ropa de marca.
Hace un año era un prominente empresario, un engaño de su mujer lo hizo
caer en la bebida, nunca más se pudo reponer, cada vez fue cayendo más bajo, sin
nada que lo pudiera detener, sin nadie que lo quisiera detener.
En sus espontáneos momentos de lucidez, recuerda de sus años, cuando era un
visionario. De cuando levantó su negocio de la nada, de cómo cerraba tratos, que
los demás pensaban perdidos, de cómo siempre sobresalió en el mundo de los
negocios.
Ve la botella que tiene en la mano, ya está vacía. Con un gesto de fastidio
la avienta a un lado, se levanta trastabillando, hablando solo. Hablando de lo
brillante que fue en los negocios.
Va caminando entre las calles del centro de esa gran ciudad, buscando entre
la basura qué pueda comer, cuando ve, tirada, entre unas cajas, una cartera. La
agarra, ve que el interior está llena de billetes, la toma con las dos manos,
sonriente, levantando la vista al cielo, dando gracias por el tesoro
encontrado.
Guarda la cartera, sigue caminando. Murmurando lo genio que fue en los
negocios, de cómo inicio de nada, de cómo ahora, puede iniciar de nuevo.
La gente que lo ve hablando solo, se hacen a un lado, están acostumbrados a
ver a ese loco hablando solo.
Su atrofiada mente empieza a pensar qué puede hacer, que hacer, con ese
dinero. Pero la embriaguez permanente no lo deja pensar; sabe que necesita estar
tranquilo para poder pensar, poder razonar. El ruido de la calle, de la gente,
de los automóviles no lo deja pensar.
Decide ir a un lugar a donde pueda planear qué hacer con ese capital; se
repite continuamente "Una vez lo hiciste, empezando de nada, si lo hiciste una
vez, lo puedes hacer otra vez". Así va, por la calle, hablando solo. Caminando
hacia donde pueda pensar con tranquilidad, hasta encontrarse con el lugar ideal.
Un lugar donde muchas veces le arregló la vida a sus compañeros, donde tantas
veces dio tantos consejos, donde siempre estuvo acompañado de sus mejores
amigos. Un lugar, donde por el solo hecho de estar, lo llenaba de sabiduría.
Metió la mano al pantalón, para sujetar su nuevo tesoro, mientras con la otra
mano abría la puerta... De esa atiborrada cantina.
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