Era la madrugada cuando ella se bañaba con calma, lavando
todo su escultural cuerpo, mientras él seguía acostado en la cama. Ella terminó,
se secó, tomó su ropa; la misma que vestía antes de bañarse, se la puso y salió
del baño completamente vestida.
Tomo de su bolso un pequeño espejo que venía con su
maquillaje, se acercó a la cama, se sentó a un lado del hombre acostado para
ponerle el pequeño espejo frente a los hoyos de su nariz, vio que no empañaba,
señal clara de que ya no respiraba. Sin prisas desató su cinturón que había
amarrado en el cuello del desafortunado, le quitó el reloj que aun traía puesto,
se puso el cinturón y su nuevo reloj.
Tomo una cartera que estaba tirada en el piso, saco el
dinero y tarjetas de crédito y salió con calma de la habitación de ese hotel
barato donde se habían hospedado y tomo su camino a la misma calle... Donde dos
horas antes la habían levantado.
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