Una niña estaba sentada en el suelo, jugando con varias
muñecas, cada una con un rol bien definido, estaba la mamá, el papá, la abuela
y tres hijas.
– No, no juegues con
eso, te vas a lastimar y me vas a dejar todo tirado – La niña decía
mientras movía las muñecas que hacían el papel de la mama y de una de las
hijas.
– No hagas tanto ruido,
que vas a despertar a tu papa, no vez que llega muy tarde de trabajar – Argumentaba
la pequeña en el papel de la mama muñeca a otra de su muñeca hija.
– ¡¿Quién hace tanto
ruido que no me deja dormir?! ¡Mándame al cuarto a la mocosa que hace tanto ruido
para enseñarle a respetar! – Decía la niña, tratando de hacer una voz grave,
mientras tomaba al muñeco papá, agitándolo para darle ese sentido de enojado
que quería expresar.
– No, no, prometo que
ya me voy a portar bien – Decía la niña, haciendo una voz más aguda para
intentar darle un tono de drama mientras tomaba la muñeca hija.
– ¡Ve con tu padre,
que bien merecido te lo tienes! – Decía la pequeña, mientras movía a la
muñeca mamá – ¡Y cierras la puerta para
no escuchar como lloras cuando te de tu lección! – Concluyo en un tono muy enojado,
el argumento de la muñeca mama mientras la agitaba enfrente de la muñeca hija.
En eso estaba, cuando se escuchó que cerraban violentamente
la puerta de la casa – ¡Quien ha dejado
la puerta sin seguro! – Grito el padre de la niña, que estaba llegando de
trabajar y como todos los viernes, llegaba después de pasar por la cantina.
La niña escuchó como su mamá intentaba calmar a su papá,
pero sabía que era inútil, cuando llegaba borracho el padre no entendía de
razones – ¡Mándame a esa mocosa para
enseñarle a cumplir las reglas de esta casa! – Gritaba el ebrio mientras jaloneaba
a su esposa, quien intentaba detenerlo en una lucha que ya tenía perdida, desde
el mismo día en que se habían casado.
La niña, aterrorizada, corrió para buscar donde desaparecerse,
intento entre los muebles, en el armario, debajo de la cama. Buscaba donde
ocultarse pero no encontraba; ya le era muy difícil esconderse… Con ese
embarazo de ocho meses.
Cansada por el peso de su vientre, ya solo se quedó sentada,
esperando a su padre la encontrara, mientras continuaba jugando. Cuando le había
preguntado a su mama que le pasaba a su cuerpo, ella le había dicho que no se
preocupara, le había prometido que en un par de meses todo iba a ser como antes…
Cuando sin tanto peso, solo se la pasaba jugando a ser madre.
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