Y te dije – Ven –… Y viniste sin preguntarme más.
Te dije – Bésame –… Y me besaste como si fuera el último
beso, que me dabas en tu vida.
Te dije – Abrázame –… Y llenaste mi ser con un abrazo, que
me dijo más que mil palabras.
Te dije – Acompáñame –… Y te sentaste a mi lado, sin decir
nada, solo recargada en mí, abrazada de mi brazo
Te dije – Nunca me dejes –… Y me volteaste a ver, con una
cara tan seria, que no tuviste que decir más. El rodar de una lágrima por tu
mejilla me afirmó lo que tanto temía, que a partir de ese día, ya no ibas a ser
mía.
Y te dije de nuevo – Ven –… Pero el eco de mis propias palabras
llenó el vacío de tu muda respuesta, que ahora se afirmaba, con una lágrima mía.
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