Son las tres de la tarde, tiene seis horas sentado en esa plaza, viste unos
tenis blancos, raspados, sucios, amarrados con trozos de agujetas que solo
ocupan la mitad de los agujeros, sin calcetas, tiene las piernas estiradas,
cruzadas, montadas en pantalones de mezclilla despintados, manchados, manchas
originadas de diferentes líquidos, algunos corporales, otros de las bebidas
adulteradas con las que pasa las tardes.
Tiene puesta la playera del equipo de Futbol Club de Barcelona aunque no
tenga idea de donde esta España, muy desgastada, rota en varias partes.
Sus manos están con sus dedos entrelazados atrás de su cabeza, las uñas sin
cortar se aprecian negras por la mugre que tienen, se apoyan en una melena
grasosa con vida propia, un barbado ralo le cubre el sucio rostro, los poros
dilatados por el calor reflejan los puntos negros obligados por su falta de
higiene.
Habla solo, se pregunta y se contesta el solo, algunas veces inmerso en
pláticas tan amenas que no para de reír, mostrando los pocos dientes amarillos
que aún le quedan. Algunas veces tiene sus propios altercados, como cualquiera
los puede tener en pláticas de temas delicados, como son la política o religión.
Se nota cuando no está de acuerdo en algo que el mismo se ha contestado, levanta
la voz, da manotazos, dibuja figuras en el aire con sus manos, como pretendiendo
dar mayor argumento al tema que está exponiendo, gritando furioso cuando obtiene
respuestas que no espera, esas respuestas que el mismo se ha dado.
Cambia de temas de forma imprevista, usando medias frases para continuar
con una idea y finalizándola con otras, cambios de humor tan variados, tan
inestables como lo es toda su persona.
Unos ruidos extraños que provienen de su vientre le informan que es la hora
de buscar algo para comer, se levanta y sin dejar de platicar empieza a caminar,
se dirige a unos contenedores de basura que hay a un costado de unos edificios
de departamentos, es su lugar preferido, siempre encuentra algo de comer ahí.
Llega y abre la primer tapa, son dos grandes contenedores, ahí, hurgando,
encuentra un par de manzanas a medio comer, un pedazo de pizza, una salchicha y
un pan que por lo duro que está, decide mejor dejar.
Abre el otro contenedor y mete la mano, buscando desesperadamente algo que
el solo sabe, mueve, quita, pone, hasta que encuentra lo que busca, un envase de
jugo con un poco aun en el interior, con una sonrisa de triunfo lo guarda y
cierra la tapa, con ambas manos llenas camina de nuevo al parque, deteniéndose
en una fuente para llenar el envase de jugo, ese poco que aun tenia le va a dar
sabor al agua, lo llena, lo cierra y busca un lugar tranquilo para comer.
Tiene ya asignados sus lugares favoritos, todo depende de la hora del día.
Uno es bajo un árbol, donde el pasto le da un lugar fresco para sentarse y
comer, para ver el atardecer.
El otro lugar donde siempre va, es en una banca que da hacia una conjunto
de casas, le gusta estar ahí, pero solo acude por la noches, cuando ya se mete
el sol, cuando ve en las ventanas iluminadas las diferentes historias de las
familia que viven ahí, como si fuera un reality show donde los personajes le dan
la oportunidad de entrar a su mundo a ese vagabundo... Sin tener la menor idea
de estarlo haciendo.
Ya es tarde, el sol va dibujando el ultimo trazo de su descenso, las
sombras se alargan, él sigue comiendo bajo el árbol, como siempre lo hace,
comiendo, hablando y contestando los diferentes temas que le revolotean por su
cabeza, los niños curiosos que lo ven se quedan fascinados ante la singular
escena, algunos cierran sus ojos para imaginarse a esos diferentes personajes
que están hablando, que están discutiendo, que están susurrando, que están
peleando, pueden oír los diferentes tonos de voz que ese raro ser le da a cada
uno de los protagonistas de ese monologo interminable.
Termina de comer y se recuesta en el árbol, viendo a los pájaros en sus
nidos, viendo los colores vivos de las ramas que poco se van oscureciendo, así
se queda, medio dormitando en su proceso de digestión, son de las pocas veces
que los seres que habitan en su cabeza.... Se quedan callados.
Abre los ojos, ya ha oscurecido, se levanta y camina deprisa hacia donde
inicia su programación nocturna, en esa banca que queda encima de una pequeña
loma, es la última de una serpenteante vereda que recorre todo el parque,
bajando la loma hay una barda que forma el perímetro de una colonia de casas de
familias trabajadoras, son pequeñas casas que están todas pegadas, todas
iguales. Desde esa banca se aprecia la ventana del comedor y de una de las
recamaras, es la parte posterior de las diminutas viviendas, todas de dos pisos,
hechas así para poder aprovechar más los diminutos terrenos en las que fueron
construidas.
Llega a la banca, se sienta y presta atención a las diferentes obras que
ahí se representan. La casa que tienen exactamente enfrente es de una joven
pareja, él es obrero de una planta ensambladora, ella es mesera en un
restaurante, tienen una pequeña hija, las discusiones de siempre son por el
dinero, nunca les alcanza para nada, la niña está jugando en el piso, tiene sus
zapatitos rotos, un vestidito todo zurcido, la mesa que se aprecia en el comedor
se ve muy maltratada, por el uso gastada, los platos y vasos que se ven que se
ven están estrellados en algún lado, ellos siempre pelean porque no tienen nunca
para nada, se gritan, se avientan cosas, él se mueve por la casa vistiendo una
playera con un pantalón de trabajo, se nota que trae puesta una gruesa y
reluciente cadena de oro en su cuello y en la muñeca del brazo una pulsera,
también de oro. Ella ya no le contesta, está pegada a un reluciente celular,
sentada en el cuarto, no deja de estar mensajeando, ambos con juguetes muy caros
mientras una inocente juega en el piso con un vaso sucio.
En otra casa vive una pareja de ancianos, ella no escucha bien, el batalla
para moverse, con pasos temblorosos siempre está atendiendo a su esposa, le
sirve su leche, una parte la tira por el temblor en sus manos, ella lo ve
mientras él le sirve, cuando deja la jarra a un lado ella le acaricia la mano y
la acerca a sus labios para darle un beso, el con una gran sonrisa, con pasos
temblorosos regresa a su silla, ella escucha poco por lo que él tiene que
levantar la voz para hablarle, son dos ancianos que juntos compartieron toda una
vida.
En otra casa viven un par de solteros, uno tiene una guapa novia que
seguido los visita, ella todas las noches las pasa ahí, sin importar que el
novio por su trabajo, varios días a la semana no llega a dormir.
En otra casa viven otra pareja, ambas mujeres, una es mucho más joven que
la otra, al inicio el extraño espectador pensó que eran una mama con su hija,
cuando vio las muestras de cariño comprendió, que era un amor mucho más allá que
el del sentido maternal.
En otra casa vivía un hombre soltero, muy atlético, vivía siempre cuidando
su cuerpo, por su casa llegaban muchas visitas, todas ellas mujeres muy guapas,
vestidas con ropa muy provocadora, siempre llegaban a dejarle dinero, siempre
rogando por un beso, él se portaba muy déspota con ellas, solo le importaba que
le dieran más plata, una vez vio como golpeaba a una chica por no dejarle
dinero.
En otra casa vivían varios jóvenes, se veían como universitarios, siempre
de fiesta, todos tomando sentados alrededor de una mesa, donde se pasaban una
como lámpara muy rara, por un lado le prendían fuego y por el otro le sacaban
humo, después de un rato todos se ponían muy felices, todos juntos no paraban de
reír.
Esa era su programación diaria, el show que todos los días veía, nunca se
lo perdía, todas las noches puntual llegaba, absorbiendo historias hasta que
poco a poco las luces se apagaban, hasta quedar todo a oscuras, hasta el momento
de levantarse para irse al lugar donde dormía.
Al día siguiente lo despertaron el trinar de los pájaros, se estiro, se
levantó, se trasladó hasta un lote baldío que usaba como baño, volvió para
acomodar su refugio, para que no fuera tan obvio, para que quedara oculto de
cualquier curioso.
Partió directamente hacia donde tenía su fuente de comida, hoy no tenía
ganas de desayunar pesado, así que busco restos de frutas, encontró pedazos de
manzana, algunas naranjas mal exprimidas, lo suficiente para un desayuno
decente.
Caminando y hablando como era su costumbre busco la banca de siempre,
llegó, se sentó y con la vista perdida en el infinito empezó su extraña plática,
donde varios personajes interactuaban en ese extraño monologo, los que pasan a
su lado deliberadamente caminan más despacio, casi deteniéndose, buscando darse
la oportunidad de escuchar la extraña platica...
¡Agarra a la niña que está jugando con la basura! ¡Agárrala tú que estoy
ocupada! Pero si no has comido casi nada, ¿vas a querer más leche o te sirvo
café? No viejito, que ya cene. No, que si quieres café, para calentarte un poco
de agua. ¡Agua flaca! ¡Que le cierres al agua que me estoy bañando! Si está
cerrada la llave, debe estar vacío el tinaco, deja enciendo la bomba, ¡No, mejor
entra conmigo al baño y entre las dos calentamos esto...! ¡Que es esto! ¿Crees
que con esta miseria que me estás dando pagas lo que te estoy cuidando? ¡Con
esto no vale la pena ni el molestarme en abrirte la puerta! ¡Que abran la
puerta! ¿Que no escuchan que están tocando? ¡Debe ser el dealer con la nueva
mercancía!, ¡Preparen el mechero, que la fiesta apenas empieza! ¡Espera, que el
apenas se acaba de marchar al trabajo! ¿Qué tal si se regresa? Sabes que nunca
vuelve hasta la mañana, empieza a desnudarte, voy a bañarme rápido....
Platicas, oraciones, palabras sin sentido para todo aquel que lo escuchara,
reflejos expresados en palabras de una mente que no tiene la capacidad de
procesarlas, era solo un espectador que repetía todo lo que alcanzaba a
escuchar, en esas puestas en escena que todos los días veía, así seguía, por
horas, solo repitiendo, muchas veces sin entender lo que repetía, solo
transmitía y retransmitía lo que escuchaba, así, todo el día, como un viejo
disco que solo tocaba una canción.
Uno de tantos días se le vio muy extraño, ya no hablaba tanto, solo estaba
sentado balanceándose de atrás para adelante, como un extraño péndulo, seguía
hablando, pero en un tono más bajo, como si por primera vez recapacitara en lo
que estaba diciendo, como si ahora el repetir las palabras fuera para entender
por completo todo el concepto, como repitiendo para entender algún misterio...
Quienes lo alcanzaban a escuchar no entendían muy bien de lo que se
trataba, del por qué lo decía, se entendían muy claras sus palabras, muy claros
los tonos de voz, era una narración en donde se entendía perfectamente que se
trataba de dos personas hablando, pero no sabían quiénes eran los protagonistas
de esa historia, solo escuchaban el extraño libreto...
-¡No llores viejito! Ya sabias que estaba muy enferma, ya nos lo había
dicho el médico.
-Sí, ya se viejita, pero nunca pensé que fuera a llegar el momento, por más
que quiero no puedo dejar de llorar.
-Mira, hasta ya te puedo oír un poco mejor, por lo menos de eso sirvió todo
esto que me están haciendo, ya no llores, sabíamos que en algún momento nos
teníamos que separar.
-Si viejita, pero no puedo hacerme la idea de que sufras más de lo que ya
has pasado.
-Lo sé, por eso tú me vas ayudar a que esto ya termine, antes de que pase
más, antes de que yo ya no te reconozca, antes de que en realidad me empiece a
doler, antes de que me olvide de todo eso por lo que tanto te he llegado a
querer.
-Ya no digas más viejita, no sé si lo pueda hacer, no sé si voy a tener el
valor.
-Ya lo habíamos hablado, no tengas miedo, juntos vamos a lograrlo, ven,
siéntate a mi lado, toma, sujeta de aquí la bolsa mientras meto la cabeza.
-Espérame, no puedo
-Claro que puedes, tenemos que hacerlo viejito, es ahora o nunca, mañana me
quieren internar, no quiero llegar viva a ese hospital. Así, sujeta la bolsa,
toma, aquí está la cinta, en cuanto meta la cabeza, la cierras del cuello.
Listo, ahora vete al otro cuarto, no quiero que veas como me voy de tu lado…
Esto lo decía, todo completo, repitiéndolo una y otra vez, en voz baja,
balanceándose hacia adelante y hacia atrás, en un mismo ritmo, mientras repetía
lo mismo, solo con intermedios marcados con sonidos que aparentaba ser el
profundo llorar de un hombre de avanzada edad.
Así estaba ese espectador, hablando como siempre lo hacía, con esa vista
perdida sobre unas sucias mejillas, unas sucias mejillas que ahora estaban
marcadas por lineas claras... Lineas provocadas por unas lágrimas, que surcaban
su inexpresiva cara.