Ojos tristes la llamaban, era una delgada mujer, de tez blanca y cabello
castaño, acostumbraba ir por la calle callada, con nadie hablaba, perdió a sus
padres desde muy chica, ellos murieron por un lamentable accidente, una fuga de
gas cuando ella estaba ausente. Después de esto por sus abuelos fue criada hasta
que también murieron en forma trágica, ambos muertos a golpes de una pala,
cuando acostados en su cama estaban, una trágica muerte que la dejo sola.
Llego una tía para vivir con ella, era una hermana de su abuelo, una
persona de edad avanzada, de trato muy amable, pronto se ganó la confianza de la
gente, cuando parecía que la tranquilidad llegaba a ese hogar de nuevo la
tragedia se apareció, la tía saliendo del baño resbalo, de un golpe en la cabeza
se desangro, ahí mismo murió, ahora sí, completamente sola se quedó...
Desde entonces ese apodo le quedo, todos la conocían como Ojos Tristes, era
un nombre fácil de recordar, solo bastaba fijarse en su mirada para ver esa
eterna tristeza que por siempre la acompañaba.
Ahora de dieciocho años vivía sola, con la herencia de sus padres y
abuelos le permitían vivir sin trabajar, sin salir de su casa, con nadie
convivía, solo amablemente sonreía cuando alguien la saludaba, estaba sola en su
propio mundo, los pobladores su tragedia respetaban y nadie a ella se
acercaba.
El pueblo estaba entre montañas eternamente nevadas, con temperaturas
siempre muy bajas, siempre lleno de turismo que gustaba de la esquiada, un lugar
muy concurrido, siempre lleno de gente extraña.
Ojos Tristes caminaba cabizbaja, meditabunda, eso no evitaba que su belleza
siempre llamara la atención de los turistas, de quienes no la conocían, de
quienes no sabían lo que en vida sufría...
Nunca se le conoció a un novio, solo se le veía ocasionalmente platicar con
esos atrevidos turistas, los que solo buscaban hacer conquistas, pero nunca la
veían platicar con el mismo al siguiente día, nadie criticaba esto, no había
nada malo que pudiera estar haciendo, solo era amable con quien se atreviera a
hablarle como fue el caso de un italiano que no pudo resistirse a su bella
presencia, con el valor que le daba el buen tinto que vendían en ese lugar tomo
valor y a ella se acercó... Hola, ¿no sabes cómo puedo llegar a la plaza
principal? sabia el camino pero perdí el rumbo cuando te vi pasar.
Ojos Tristes levanto la mirada y lo vio a los ojos, sonrió y el Italiano
sintió una fuerte emoción, con esa sonrisa comprobó que era aún más hermosa de
lo que había pensado, pasaron todo el día sentados en un discreto banco, por las
orillas del pueblo caminaron, hablaron de mil cosas, el tiempo paso volando,
llego la noche y la bella joven se despidió...
El gallardo galán estaba impactado por la belleza de Ojos Tristes por lo
que en acompañarla a su casa insistió, la bella chica también le había agradado
el joven y con una sonrisa accedió, iban por la calle caminando, ya con la noche
encima, caminaban despacio, uno junto al otro pegados, rozándose las manos,
muchas risas coquetas, llegaron a la casa y el aprovecho el momento para darle
un sorpresivo beso...
Disculpa, no pude evitarlo, ella sonrojada lo miro y abrió la puerta
haciéndose a un lado para dejarlo pasar, era una abierta invitación que el
afortunado Don Juan aprovecho, ambos a la casa entraron y ambos con un fuerte
abrazo se besaron...
Una pasión desbordante se apodero de esos dos, hicieron el amor
desenfrenadamente, terminaron ambos tirados, agotados, sudados en la mullida
alfombra frente a la chimenea...
Ambos acostados, uno a un lado del otro, completamente desnudos, aun
intentando recuperar el aliento. Ella le pregunto si no se le ofrecía nada
porque iba para la cocina, era un buen momento para un chocolate caliente, el no
quiso nada, ella se levantó, con un suéter se tapó y coquetamente salió. El al
verla salir, con esas esbeltas piernas saliendo de la prenda, una vez más
confirmo era una mujer muy bella, se sentía el hombre más afortunado del
mundo...
Ella regreso, con una taza en la mano y una toalla en la otra, a un lado se
acostó y ronroneado a él se pegó.
Él se volteo dándole la espalda para que ella por atrás se abrazara, tenía
una duda, cuando por la calle caminaban los lugareños cuando la saludaban le
decían Ojos Tristes, lo que lo tenía intrigado, cuando la sintió pegada a su
espalda eso le pregunto y ella pacientemente le explico... Es porque mis padres
murieron cuando era muy joven, después paso los mismo con mis abuelos y más
adelante con una tía, ya nadie me quedo de parientes aquí, por la mi forma de
mirar es que me dicen así.
El orgullosamente le contesto... ¡Pero hoy no te visto con una mirada
triste, has estado conmigo muy alegre, eso quiere decir que conmigo se te quito
la tristeza!
Ella se le pego y al oído le susurro... Hoy no la tengo, pero puedes estar
seguro que mañana de nuevo vuelve esa mirada.
El sin comprender muy bien sus palabras cerró los ojos disfrutando ese
cuerpo que lo calentaba, el perfecto cuerpo de esa hermosa dama.
Al día siguiente Ojos Tristes salió de su casa, iba como siempre con su
triste mirada, del Italiano nadie jamás supo nada, simplemente desapareció y no
lo volvieron a ver, era un pueblo turístico donde era costumbre que los
visitantes se perdieran en la fiesta y al día siguiente cuando obtenían lo que
buscaban simplemente se marcharan, nadie lo echo de menos, nadie más pregunto
nada...
Ojos Tristes caminaba sola por la calle, de nuevo sumida en su eterna
melancolía, una ilusión más que se perdía, uno más que al igual que otros
amantes espontáneos, sus padres, sus abuelos y su tía, cuando sentía que la
querían simplemente desaparecían, era algo que no podía evitar, no lo podía
controlar, nadie sabía por todo lo que por eso sufría, condenada a estar siempre
sola, ¡Eso nunca va a cambiar! pensaba mientras por la calle caminaba,
sosteniendo en su mano un saco bien amarrado, caminaba a un precipicio a la
orilla del poblado, llego hasta ahí, vio la infinita caída, se acercó más, sabía
que no tenía otra salida, sabía que a eso estaba destinada de por vida, no podía
estar con alguien que la quisiera, que le mostrara interés, nunca, sabía que eso
era más fuerte que ella, una maldición que no podía comprender, sosteniéndose
con una mano en un árbol se puso al filo del abismo y llorando su desgracia hizo
lo que tenía que hacer...
Abrió el saco que llevaba y empezó a tirar por el despeñadero restos
humanos, eran dos brazos y una pierna junto con una cabeza, los restos del nuevo
amante que en la noche anterior metió a su casa, otro más que mataba cuando en
su cama descansaba, después de poseerla, después de confirmarle que por ella
daría lo que fuera...
Así como lo hizo con sus padres cuando le demostraban que la querían, como
lo hizo con sus abuelos cuando por ella se desvivían, como lo hizo con su única
tía que era lo único que le quedaba.
En el pueblo nunca supieron nada, había extrañas ausencias repentinas de
jóvenes apuestos de otros pueblos, pero nunca nada que la vincularan, ella nunca
salió con nadie del poblado, solo a veces se le veía caminando con alguien de
fuera, pero sabían que nunca llegaba a nada, sabían que Ojos Tristes era una
mujer negada a ser amada...
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