Todos lo buscaban, tenía un poder especial del que nadie comprendía pero
que a todos sorprendía, lo conocían como El Vidente; tenía la capacidad de
adivinar lo que iba a suceder, sus visiones le llegaban en sueños, donde
predecía el futuro de quien se acercaba a consultarlo.
Tenía 34 años, a los 11 años se dio cuenta de su capacidad de tener sueños
que se hacían realidad. El primero fue con su padre, a quien solo veía un par de
veces al año, un día soñó en cómo venía a visitarlo, pero no con un fin
amistoso, sólo le quería hacer una prueba de sangre para comprobarle al mundo
que él no era su padre. Este sueño para un joven de su edad fue devastador, un
golpe muy fuerte para su tierno corazón; si bien no tenía contacto directo con
él, siempre tenía la ilusión de algún día estar junto a él, como cualquier niño
de su edad. Esa vez despertó llorando y se lo contó a su madre, quien sólo lo
abrazo y le dijo que no se preocupara, que sólo era una pesadilla, que no era
más que un mal sueño.
Ese día pasó normal, como cualquier otro, fue a la escuela, regresó, jugó
con sus medios hermanos, frutos del segundo matrimonio de su mamá. Cuando ya
había olvidado lo soñado, recibió una llamada, era su padre, que preguntaba si
iba a estar en la casa porque quería visitarlo, el niño sintió como si recibiera
un baño de agua helada, serenamente le dijo que ahí iba a estar y que lo
esperaba.
El padre llegó una hora después, la mamá no estaba, él llegó acompañado de
una persona que presentó como a un amigo. Lo saludó, lo abrazó, platicó un poco
con él de todo y de nada y después le pidió que le dejara que le tomaran una
muestra de sangre - Es sólo para ver si no tienes problema de salud - le había
dicho el papá. El niño lloró profundamente por dentro sin soltar una sola
lágrima, dejó que le levantaran la manga de la playera que portaba, dejó que le
sacaran un poco de sangre, dejó que su padre lo abrazara de nuevo;
agradeciéndole que le permitiera hacer eso y sin decir nada más se retiraron del
lugar.
Ese día sufrió lo peor que le puede pasar a niño de su edad, confirmar el
rechazo de un padre, un golpe del que nunca se pudo recuperar.
A partir de ese día, los sueños siguieron, eran cada vez más reales, sólo
bastaba que escuchara el problema de alguien para soñar algo referente al tema.
De inicio no comprendía lo que sucedía, fue cuando empezó a platicarle a la mamá
de los extraños sueños, que ella se dio cuenta del don de su hijo.
Una vez, estando en la escuela, tuvo un problema con su maestra. Lo regañó
por estar distraído en clases, la maestra tenía problemas con su pareja, por lo
que su frustración se reflejó en el niño, quien esa noche soñó cómo la maestra
tenía un viaje y en el trayecto sufría un accidente; vio en detalle como el
vehículo en el que viajaba chocaba de frente con un autobús de pasajeros, vio
cómo quedaba prensada, luchando por salir y como, a los pocos minutos, se
empezaba a incendiar su vehículo, con ella adentro, atrapada, prensada. La veía
cómo intentaba escapar, pero era inútil, sus piernas estaban atrapadas entre los
hierros retorcidos, gritaba para que le ayudaran, pero los pasajeros que
alcanzaron a bajar del autobús estaban muy golpeados para reaccionar. La maestra
gritaba al sentir cómo sus pantalones se empezaron a quemar, fundiéndose la tela
a la piel, ampollada por el fuego que la consumía. Ella gritaba histérica pero
de nada servía, nadie se acercaba a ayudarla, los que se bajaron del autobús,
sin moverse, sólo veían cómo el fuego, poco a poco, la consumía...
El niño despertó gritando, llamando a su madre, quien acudió a su cuarto
espantada, su hijo le contó lo que había visto, lo que había soñado y la mamá
angustiada intentaba calmarlo - Es sólo un sueño, no todo lo que sueñas tiene
que hacerse realidad - le decía mientras lo abrazaba, sin estar ella misma
convencida de eso. En el fondo, sabía que sus sueños eran premoniciones de cosas
que realmente sucederían.
Ya no pudieron dormir, el niño se la pasó llorando asustado abrazando a su
madre, ella también asustada por el alcance que estaban teniendo estas visiones
de su hijo.
Amaneció, se arreglaron para ir a la escuela y el niño le rogó a su madre
que lo acompañara, quería que ella le advirtiera a su maestra de lo que le iba a
pasar, pero ella se negó. Sabía que no le iban a creer y que probablemente se
iban a burlar de él.
El niño llegó a la escuela, entró al salón y en la primera oportunidad se
acercó a la maestra, con lágrimas que le brotaron desde el fondo de su alma le
dijo - Maestra, no haga ese viaje, va a tener un accidente, no vaya, por favor
no vaya... - Se lo imploraba sin poder detener las lágrimas. La maestra se
quedó helada, a nadie le había dicho de ese viaje, tenía planeado visitar a su
novio, de quien ya no sabía nada, él no contestaba sus llamadas, no le
contestaba sus correos, sus amigas le habían dicho que ya había conocido a
alguien más, que mejor se olvidara de él, pero ella no lo podía creer, tenía que
verlo con sus propios ojos.
A nadie le había contado que pensaba ir ese fin de semana, cuando el niño
le dijo eso, no supo que decir. - No sé de qué me estás hablando, ¿De cuál
viaje? ¿Quién te dijo que pensaba viajar? - Le contestó un poco alterada la
maestra. - Nadie me lo ha dicho, yo lo vi en mis sueños, vi cómo viajaba en su
automóvil y cómo tenía un accidente con un autobús por ir llorando, por favor no
vaya, no viaje, le juro que siempre voy a estar atento a todas sus clases - Le
contestó el niño llorando profundamente.
La maestra no supo qué decir, no sabía qué estaba pasando, no sabía si era
una broma pesada de alguna de sus colegas, que estaba usando a ese niño para
quitarle la idea querer buscar a su novio. Al ver cómo no dejaba de llorar el
pequeño, le dijo - Ya, calma, si no tengo pensado viajar, fue sólo un mal sueño,
una pesadilla, no te preocupes más, te prometo que no voy a viajar... - El niño,
al escucharla, se sintió más tranquilo, secó sus lágrimas y con una gran sonrisa
salió al patio a jugar.
El día transcurrió normal, salieron de clases, la mamá y su esposo se
llevaron a los niños a acampar de fin de semana, jugaron mucho, rieron mucho, la
pesadilla que había tenido ya la había olvidado.
El lunes muy temprano llegó a la escuela, cuando llegó vio a varias
maestras con las caras muy serias, como iban llegando los niños los estaban
regresando, comentándoles que no había clases, que se regresaran a sus casas. A
los niños que iban solos les llamaban a los padres para informarles que se
habían suspendido las clases, porque su maestra había tenido un fatal accidente.
La mamá, cuando escuchó esto, sintió un hueco en su corazón, no sabía cómo
explicárselo al niño, pero no hizo falta, el niño la volteó a ver y sólo le dijo
- No te preocupes mamá, sé que la maestra no me creyó y que hizo ese viaje- Y
sin decir más se volteó para las caricaturas que estaba viendo.
A partir de ese día las cosas cambiaron, la maestra le había platicado a
sus colegas lo que había pasado, de cómo el niño la había intentado asustar,
diciéndole que iba a tener un accidente, ella lo hizo, para intentar descubrir
cuál de sus compañeras le había dicho que hiciera eso al niño. Después del
accidente lo veían como si fuera un ave de mal agüero, alguien que traía mala
suerte, no como un joven vidente que podía predecir el futuro, sino como un ser
maldecido que traía sólo una pésima suerte.
El rumor se corrió; se decía que había un niño que veía el futuro, se
acercaron muchos buscando mejorar su suerte, le preguntaban sobre números de
lotería, de cosas del trabajo, de infidelidades, muchos temas que no podía
digerir un niño de su edad, pero que hicieron que madurara con una velocidad
asombrosa.
Muy pronto aprendió que podía ganar dinero con sus sueños, primero aceptaba
lo que le dieran, cuando comprendió que le iban a dar lo que él pidiera, las
cosas de nuevo cambiaron. A los 18 años ya contaba con un capital que le
administraba su madre, se habían cambiado de casa, ahora ya era una propia;
nunca se separó de su madre y su padrastro se convirtió en el padre que
realmente nunca tuvo, aceptaron su don y supieron vivir con él, nunca hicieron
nada para buscar aprovecharse de él.
A los 34 años ya era famoso en casi todo el país, había gente que viajaba y
esperaba horas para poder verlo. Ayudaba a la gente a tomar decisiones de sus
negocios, de sus parejas, nunca pudo predecir nada que fuera de juegos de azar,
loterías, apuestas, no podía verlo, o por lo menos nunca aceptó que lo podía
ver.
No tardó para que un hombre muy poderoso de las Vegas supiera de él, de
inmediato pensó en todo lo que podría ganar, de lo que podia conseguir con
alguien que pudiera adivinar cómo terminarían las carreras de caballos, las
peleas, todo aquello que no tenía arreglado, todo aquello que no podía controlar
en su negocio de apuestas de esa gran ciudad.
Ordenó que le consiguieran toda la información; de quién era, dónde vivía,
quiénes formaban su familia. Estaba decidido a conseguir que El Vidente
trabajara para él, que hiciera de su negocio de apuestas una empresa
internacional, controlando todos los eventos en los que se pudiera apostar.
Su orden fue cumplida, El Vidente fue bien localizado, cada miembro de su
familia fue identificado, las horas en que se movía, los lugares que
frecuentaba, las horas en que atendía, todo sus movimientos fueron
cuidadosamente vigilados, sin que él se diera cuenta, sin que notara que era
vigilado. Sabían que si él veía a uno de ellos, bastaba para que todos los
malignos planes se reflejaran en sus sueños.
Cuando tuvieron toda la información completa, bien confirmada, el
empresario mandó a su hijo para que se entrevistara con El Vidente, el enviado
llevaba un expediente con cientos de fotografías; cada una detallando cada parte
de su vida actual. Fotos de la casa donde vivía, de su consultorio, de su madre,
de su novia, de amigos queridos, un tétrico collage de la vida de un
protagonista que pensaba que era perfecta.
Llegó al domicilio del consultorio donde atendía El Vidente, el visitante
estaba consciente de que no podía estar mucho tiempo ahí, no podía darle el
tiempo suficiente a El Vidente para que lo escaneara, ésta era una visita
práctica y rápida de negocio, donde le iba a presentar la propuesta y no había
lugar para ninguna negociación. Era simplemente presentarle a El Vidente, quién
era su nuevo jefe.
Se presentó, le comentó rápidamente quién era el, a quién representaba, le
mostró el expediente que llevaba, todo de una forma casi mecánica. Le explicó
que necesitaban de su don para conocer el resultado de los eventos deportivos,
de olimpiadas, de copas mundiales. Le ofreció un porcentaje de las ganancias y
lo más importante, el poder continuar con la compañía en vida de su amada y de
su mamá.
El Vidente no mostró ningún signo de alteración en su rostro, tenía la
mirada fija en su visitante, nadie podría adivinar sus pensamientos, nadie
podría adivinar qué tanto le había dolido el sentir en peligro a la gente que
amaba. Sin decir nada despidió a su visita, quien sólo se levantó de su silla y
puso una tarjeta de presentación en su escritorio, sólo agregó antes de irse -
Necesitamos su confirmación, no venimos por una negación ni a negociar nada,
necesitamos que empiece la próxima semana, no lo haga por usted, hágalo por la
vida de los que más ama... - Y el hijo del empresario se retiró del lugar. El
Vidente se quedó por largo tiempo sentado, desde que su padre le había fallado
cuando era niño, nunca había sentido de nuevo ningún grado de angustia, ahora
sentía como todos esos años de felicidad se venían abajo, se derrumbaban, se
evaporaban, como una neblina que ocultaba un mundo del que no conocía, del que
nuca había formado parte, del que tanto se había cuidado para no mezclarse.
Esa noche llegó a su casa donde lo esperaba su novia; era una hermosa mujer
que había quedado impactada con él desde que lo conoció, cuando acompañó a su
padre para consultarlo por su negocio, desde ese momento mantuvieron el
contacto. Ahora ya tenían un par de meses que vivían juntos, la abrazó y al
sentir el cuerpo de ella pegado al suyo sintió unas ganas inmensas de llorar,
cómo si fuera un niño otra vez, como si hubiera soñado con el accidente de su
maestra otra vez.
Su novia sintió ese abrazo distinto a los demás, le preguntó si todo estaba
bien y él solo le contestó que sí, El Vidente guardó su compostura y continuó
como sin nada pasara. Cenaron, platicaron de cómo les había ido en el día,
vieron un rato la televisión abrazados, ahora él más que nunca necesitaba
sentirla junto a él. Intentó lo más que pudo el evitar irse a dormir, temía de
lo que pudiera soñar, para evitar soñar le hizo el amor a su amada con mucha
pasión, dedicándole minutos completos a cada parte de su cuerpo, intentando
alargar lo más que pudiera esa pasión. Pero tanto amor tuvo su clímax y cayeron
agotados, uno al lado del otro y sin poder evitarlo, terminó profundamente
dormido.
De repente se vio en su consultorio, atendiendo gente, cuando recibió una
llamada, era de su madre. Le informaba que su casa se estaba quemando, colgó y
dejando a sus pacientes sentados corrió a su hogar, llegando vio las llamas cómo
salían de las ventanas, vio a su madre con su ropa ennegrecida gritándole a los
bomberos que acaban de llegar, gritándoles que su nuera estaba adentro, que
entraran a rescatarla. Cuando escuchó esto sólo pudo emitir un grito de dolor,
sin pensarlo, corrió a la puerta de su casa, los bomberos intentaron detenerlo,
pero no hay reacción más inmediata, que la de un hombre cuando ve en peligro a
su amada. Pateó la puerta que de inmediato se abrió, vencida por el calor, entró
como pudo. El interior estaba lleno de humo, había flamas por todos lados,
intentó avanzar, pero el humo no le permitía respirar, ver, sólo caminaba guiado
por la memoria de tanto tiempo de recorrer el mismo camino. Sentía cómo su ropa
se empezaba a incendiar, pero no le importaba, sólo gritaba el nombre de su
novia, hasta que sintió cómo lo jalaban por la espalda, eran dos bomberos que
por la fuerza lo sacaban. En cuanto quedaron fuera, se escuchó una explosión y
todo se vino abajo...
Cuando vio caer la casa, él también se derrumbó, quedando de rodillas, con
las manos sujetándose la cabeza, gritando profundamente y con tanto dolor, que
no emitía sonido alguno; volvió a tomar aire para gritar de nuevo, pero ahora
con un grito espeluznante, con la mirada perdida en el cielo, gritando por todo
lo que perdía, por ese mundo perdido que siempre pensó que era perfecto.
Su novia lo despertó, el grito fue más allá del sueño, un grito que
pudieron escuchar algunos de sus vecinos, quienes prendieron sus luces para ver
qué había pasado, ella lo abrazó, él, al verla, la abrazó llorando, tan
profundamente que se agitaba con cada lamento, lloraba de emoción por verla
viva, de miedo por verla amenazada, de dolor por saberla muerta.
Al día siguiente le llamó al hijo del empresario, le dijo que estaba de
acuerdo, que podían verse para ver los detalles, El Vidente sólo les pidió que
fuera en un lugar donde nadie los pudiera ver. No podía correr el riesgo de que
alguien lo relacionara con gente que se dedicara a las apuestas, tenía un
prestigio que cuidar y él estaba siendo obligado a llevar a cabo esa nueva
actividad.
No podían verse en la ciudad donde él vivía pero tampoco en donde vivían el
empresario y su hijo, debía ser en un lugar donde fueran pocos los testigos,
donde las probabilidades de que los reconocieran fueran remotas.
El Vidente propuso que se vieran en un viaje en tren, había una sección de
compartimientos de primera clase, privados, donde podrían hablar para ponerse de
acuerdo, así eran mínimas las probabilidades de que los vieran juntos y que
pudieran vincularlo con las actividades del magnate de las apuestas.
El empresario y su hijo estuvieron de acuerdo, en la ruta del tren, uno iba
a subir en una ciudad y los otros en otra. Para que no hubiera error y cuidando
todos los detalles, El Vidente se encargó de ver lo de los boletos, le envió los
suyos al empresario y a su hijo y él compró el suyo. Tal como lo habían dicho,
lo hicieron; subieron al tren en lugares distintos y cuando todos abordaron, se
vieron en el compartimiento del empresario. Ahí llegó El Vidente y empezó la
negociación, el plan era muy sencillo, él tenía que viajar a donde estuviera
entrenando, practicando o preparándose cualquiera de los jugadores, equipos o
peleadores a los que iban a apostar, para que pudiera soñar con lo que iba a
pasar, con el marcador, con los puntos con que iba a ganar, etc. Toda la
información que pudieran necesitar para ganar sus apuestas, El Vidente a todo
accedió, tenía aun presente el sueño de cómo se había quemado su casa, sabía que
estas gentes estaban decididas a todo, si enviaba a otra ciudad a su novia lo
iban a hacer con su madre. Si ellos se cambiaban a otro país, sabía que era
fácilmente localizable, por su pura fama, y El Vidente no tenía otra forma de
ganarse la vida, simple y sencillamente él estaba en sus manos...
El empresario le ofreció darle un porcentaje de las ganancias, un
porcentaje tan bajo que era humillante el sólo escucharlo, una burla del
empresario sólo para demostrar quién tenía el poder, El Vidente, bajando la
mirada, lo aceptó.
Después de ponerse de acuerdo en cómo les iba a hacer llegar la
información, del porcentaje y en confirmarles que los iba a ayudar en todo,
padre e hijo se pusieron a brindar. Abrieron una botella del mejor de los
whiskies y se pusieron a tomar, como si El Vidente no existiera, como si sólo
fuera un mueble más, del elegante compartimiento. Profundamente humillado, él se
levantó y salió a su propio compartimiento, cerrando las puertas tras de sí,
escuchando las carcajadas de esos dos que felices celebraban, el gran negocio
que acababan de cerrar.
El Vidente llegó a su compartimiento, preparó las pocas cosas que llevaba y
esperó a la siguiente parada para dejar ese tren. El tren llegó a la estación,
era una ciudad que estaba a solo un par de horas antes de llegar a Las Vegas,
bajando le marcó a su madre y después a su novia. Sólo quería confirmar que
ambas estaban bien, en eso estaba cuando el tren reinició su marcha, El Vidente
vio cómo se alejaba desde el andén de llegada; se quedó viendo hasta que se
perdió en la distancia. Se dio la vuelta para retirarse de la estación, cuando
sonó de nuevo su celular; esta vez la llamada era de uno de sus clientes, una
persona que estaba muy agradecida con él, por haberle salvado la vida, por
haberlo prevenido de un accidente fatal, la persona le hablaba sólo para
agradecerle de nuevo por haberlo prevenido, El Vidente lo escuchó paciente,
estaba acostumbrado a esas muestras tan expresivas de agradecimiento.
Tenía solo unos días de que lo había prevenido de su viaje, por lo que aún
su cliente estaba muy impresionado y emocionado por salvarle la vida. Él era
ganadero, uno de los más ricos de la región, una semana antes lo había visitado
para pedirle consejos sobre un nuevo negocio que iba a realizar, El Vidente lo
vio y lo citó después para darle información, como siempre lo hacía, para poder
darse el tiempo de soñar.
Cuando lo vio de nuevo le previno para que no viajara, le comentó que iba a
tener un accidente, que se olvidara de viajar. El afortunado cliente sentía cómo
se le iba la sangre del cuerpo cuando El Vidente le explicaba en detalle de todo
lo que iba a pasar, sin decir más se puso a llorar. Ese viaje significaba mucho
para su negocio, porque era para verse con un nuevo cliente, pero le daba pavor
viajar por avión, por lo que había hecho arreglos para viajar por tierra, pero
después de lo que le dijo El Vidente reprogramó su viaje, ahora por avión...
Ese día, El Vidente tomo los fatídicos boletos que dejó su cliente, eran
unos boletos de tren, los metió en un sobre, escribió el nombre del destinatario
y una dirección y los envió por correo.
Eran los mismos boletos que habían recibido y utilizado el empresario junto
con su hijo, para subirse a ese tren. En ese viaje en donde habían obligado a El
Vidente a trabajar para ellos, el mismo tren del que se había bajado El Vidente
hacía unos minutos en esa parada previa a un fatal accidente, donde un tren, por
el defecto de una vía, se iba a descarrilar. Un percance tan mortal, que nadie
iba a sobrevivir. Tan imprevisto, que muchos de sus pasajeros los iba a tomar
desprevenidos. Tan instantáneo, que algunos no iban a tener el tiempo ni de
dejar la copa… Con la que estuvieran celebrando.
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